jueves, 11 de septiembre de 2014

Guillermo Lorca
Fiesta de disfraces
(La vida eterna)

El complemento de polos opuestos provoca la fecundación de algo completamente nuevo. El universo en el que el ser humano se desenvuelve, está compuesto por el constante duelo entre fuerzas divergentes, duelo que parece ser “ley universal”.

Guillermo Lorca (1984, fig.1), artista plástico chileno, se involucró en el mundo de las artes cuando era apenas un niño de doce años, pero ha ejercido profesionalmente desde hace diez. Al terminar la enseñanza media decidió entre los años 2003 y 2004, estudiar Licenciatura en Arte, en la Pontificia Universidad Católica. Movido por sus habilidades pictóricas, y por un personal espíritu de superación y trascendencia, decidió en el año 2005, dejar sus estudios universitarios para dedicarse de lleno a la creación de cuadros, para ello, viajó a Noruega a perfeccionarse con el artista Odd Nerdrum (1944), de quien fue aprendiz y asistente.

           [fig.1]
LORCA, Guillermo, Autorretrato, 2009, Óleo sobre lienzo, 50 x 75cm

Lorca, luego de recibir algunos reconocimientos y concurrir a varias exposiciones nacionales e internacionales, participó en el año 2010 en el Proyecto Bicentenario en el Metro Estación Baquedano, con seis pinturas murales, lo cual lo convirtió en el pintor más joven en exponer su obra en el Metro. Finalmente en el año 2014, con solo treinta años, tuvo su primera exposición individual en el Museo Nacional de Bellas Artes, La vida eterna. La obra incluyó 24 cuadros, la mayoría de gran formato. Las pinturas excretan una relación visceral con la carne y la armonía, pero no con la armonía espacial en cuestión, como ocurre por ejemplo con el orden de Cristo y los apóstoles en La Última Cena (fig.2) de Leonardo Da Vinci (1452-1519), sino más bien, con las formas, que al configurarse de tal manera, puede llegar a producir una sensación de belleza o encanto en el espectador, independientemente de si lo que se está mostrando es considerado agradable o no. Los miedos, las pesadillas, la ferocidad, la irracionalidad, la fecundidad, la inocencia, la sexualidad, el morbo, la muerte, y los placeres, se materializan llenando, de manera casi obsesiva, los grandes escenarios creados por el artista, es decir, el horror vacui (horror al vacío), es algo muy recurrente.

          [fig.2]
LEONARDO, Da Vinci, La Última Cena, 1498, Técnica mixta, 460 x 880 cm

Dentro del extenso catálogo de obras presentadas, se encuentra Fiesta de disfraces (fig.3), una pintura que muestra una escena de interior compuesta por cinco grandes conjuntos; seis seres humanos (tres de género masculino y tres de género femenino), seis perros de diferentes razas, la naturaleza muerta, el caos escenográfico, y el gran charco de leche que se encuentra en el piso.

          [fig.3]
LORCA, Guillermo, Fiesta de disfraces, 2013, Óleo sobre lienzo, 150 x 300cm

En el interior de la composición, no hay una aparente separación entre naturaleza muerta y el resto de figuras que forman parte del cuadro, incluso pareciera que las personas retratadas jugasen a ser parte de esta naturaleza muerta, como si cada uno hubiese perdido su humanidad. Los niños tienen cabezas de animales puestas como máscaras; un cuervo, una oveja y un carnero. Éste último y el perro negro que está al lado derecho de la mesa que despliega un apagado ladrido, son los únicos que miran hacia fuera del cuadro y hacen “contacto visual” con el espectador, sin romper con la fluidez del acto, lo cual suscita una reafirmación de que lo transcurrido en la escena es algo completamente normal y natural para quienes participan de esta, que se ha llevado a cabo a partir de los instintos más intrínsecos de la naturaleza animal. Lo anterior es apreciable también, en el bostezo del melenudo perro blanco que acompaña a la joven sentada en una silla, dado que es una acción que refleja confianza y serenidad. El uso de máscaras es un símbolo de culto, que se ha concebido en los rituales de las más antiguas civilizaciones y una clara alusión a la Fiesta de disfraces, pero también a la integración camaleónica del ser humano dentro del desorden. Lo mismo pasa con el comportamiento de las niñas; la muchacha pelirroja que está sentada en el piso mira hacia arriba, encontrando con su mirada el interior de su extravagante sombrero, la pequeña sentada en la silla que ostenta una melena blanca y serpenteada que recuerda a los cabellos de las gorgonas, parece estar más preocupada de desatar su vestido que de cualquier otra cosa, evidenciando el contrapunto producido entre la inocencia y el erotismo, y la infanta que se halla detrás de la mesa, mira a un perro comer sobre ésta, y su cabeza termina formando parte de las naturalezas muertas que se encuentran sobre el mantel al igual que los cráneos de cerdo, que simbolizan el sacrificio necesario para llevar a cabo el ritual. Estas cabezas de cerdo, con las que se hace referencia a memento mori (recuerda que morirás), son un recordatorio, tanto de la muerte como de la “barbarie”. Las frutas y verduras no han sido tocadas, no les prestan atención, a pesar de ser símbolo de lujos y ofrendas, como los frutos que entrega el Sátiro en Minerva protege a Pax de Marte (fig.4), también conocida como Paz y Guerra de Rubens (1577 – 1640). Si bien los frutos han sido dejados de lado, la carne, por el contrario, ha sido devorada, sólo es posible apreciar algunos restos que se encuentran repartidos en la mesa y en las bandejas de vidrio que yacen en el suelo. El episodio carnívoro declama una ferocidad natural interna. Las cortinas blancas y las ventanas enmarcan de cierta forma a los personajes, pero no de una manera cuadrada y ordenada como lo hacen los tres arcos que forman parte del segundo plano en El Juramento de los Horacios (fig.5) de Jacques-Louis David (1748 – 1825).

          [fig.4]
RUBENS, Peter Paul, Minerva protege a Pax de Marte, (1629 – 1630), Óleo sobre lienzo, 198 x 297 cm

          [fig.5]
DAVID, Jacques-Louis, El Juramento de los Horacios, 1784, Óleo sobre lienzo, 330 x 425cm

La utilización de perros en las composiciones de Lorca es un factor interesante, puesto que es el animal más cercano al ser humano y es llamado “el mejor amigo del hombre”, pero goza de una dualidad, ya que es un ser dócil, pero al mismo tiempo actúa a través de instintos que operan a partir de la irracionalidad y, por lo tanto, pueden hacer uso de sus mandíbulas para dañar, las cuales son verdaderas herramientas para desgarrar la carne.
Con respecto a la leche derramada en el piso, es posible afirmar, que se trata de una representación de la fecundidad, la cual guarda una fuerza avasalladora. Es tan potente, que a su paso ha producido un caos brutal en el escenario y quizás un sentimiento irritante en el espectador, que recuerda, como señala Bataille (1897 – 1962) en su libro Las Lágrimas de Eros (1921), “al experimentado frente a la muerte y los muertos. La «violencia» nos abruma extrañamente en ambos casos - la actividad sexual y la muerte -, ya que lo que ocurre es extraño al orden establecido, al cual se opone esta violencia.” (p.52)
El ser humano adulto, como sujeto ya formado en sociedad, es violentado por la muerte como por el acto sexual, pero esto no hace ruido en las tiernas mentes de los niños, ya que no tienen una noción moral desarrollada, moral que se aprende y que se relaciona con la mala conciencia, con el sentimiento de culpa,  que es, según plantea Nietzsche (1844 – 1900) en su texto La Genealogía de la Moral (1887), “la profunda dolencia a que tenía que sucumbir el hombre bajo la presión de aquella modificación, la más radical de todas las experimentadas por él, de aquella modificación ocurrida cuando el hombre se encontró definitivamente encerrado en el sortilegio (hechizo o encanto) de la sociedad y de la paz.” (p.29). Por lo mismo Lorca utiliza niños en sus cuadros, intentando crear un universo sin la figura del adulto, sin una mente influenciada por lo social, que simplemente avanza con el devenir de la vida, la cual se rige por el choque de fuerzas contrarias que finalmente se terminan complementando para seguir creando un fruto, producto o efecto nuevo. Entonces, la energía seminal en Fiesta de disfraces, destruye y crea a la vez (porque donde hay vida, hay muerte, y donde hay muerte, hay vida).
El arte que crea Guillermo Lorca, ha sido influenciado por grandes pintores del barroco y del realismo figurativo principalmente, pero el toque morboso  proviene de los grabados de Francisco de Goya (1746 – 1828) (fig.6), y de las películas de Stanley Kubrick (1928 - 1999) (vid.1), y la estética de los personajes femeninos (niñas), está inspirada en el animé, como los que realiza Hayao Miyazaki (1941) (vid.2) o Satoshi Kon (1963 – 2010) (vid.3). Lorca, con todas sus influencias, ha creado algo fresco, que sorprende, que puede llevar al espectador a lo más intrínseco de su ser, y que al mismo tiempo engaña a la vista. Sus cuadros son producciones que atraen si son miradas desde lejos, pero al estar de cerca, pueden producir repugnancia, pues un objeto que parece ser una linda rosa desde la distancia, al aproximar la vista puede llegar a convertirse en un trozo de grotescas vísceras. 

          [fig.6]
GOYA, Francisco, Los desastres de la guerra: Esto es peor, 1812 -1815,  Aguafuerte 157 x 207mm

KUBRICK, Stanley, Ojos Bien Cerrados (extracto), 1999:

           [vid.1]

MIYAZAKI, Hayao, El viaje de Chihiro (tráiler), 2001:

           [vid.2]

KON, Satoshi, Paprika (tráiler), 2006:

           [vid.3]

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Si te interesa saber más sobre la obra de Guillermo Lorca, puedes ver esta entrevista (quizá no la mejor) que se le realizó en City Tour (2009), un programa enfocado en las artes, específicamente en la arquitectura. El programa tiene un formato muy especial e interesante y es presentado por el arquitecto Federico Sánchez (1965) y coanimado por el periodista Marcelo Comparini (19¿?). En este capítulo, se muestra además parte de la exposición del emblemático y fallecido fotógrafo chileno Sergio Larraín (1931 – 2012).                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                         City Tour: Museo de Bellas Artes:


                                                                                                                                    -----
                                                                                                                          Agradecimientos:

Agradezco a Guillermo Lorca, que accedió a conversar acerca de su obra y sobre este ensayo en particular y a Josefina de la Maza, académica y directora de la carrera de Licenciatura en Teoría e Historia del Arte de Arte de la Universidad Alberto Hurtado, que revisó este trabajo de manera crítica antes de su publicación.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                Muchas gracias.  -----                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                  Bibliografía:

-Bataille, G. (1961). Las Lágrimas de Eros. Editorial Tusquets, España.
-Stoichita, V. (2000). La invención del cuadro. Ediciones del Serbal, España.
- Nietzsche, F. La Genealogía de la Moral. pdf
-Fuentes, M. (2014) La resacralización del mundo:  http://mariajosefuentes.com/2014/05/17/la-resacralizacion-del-mundo/
-Jeftanovic, A. (2014). Entre lo hipnótico y lo feroz: exposición de Guillermo Lorca en el Bellas Arteshttp://www.revistaintemperie.cl/2014/03/29/guillermo-lorca-en-el-bellas-artes-por-andrea-jeftanovic/
-Guillermo Lorca, página oficial: http://guillermolorca.com/                                                                                                                                                                                                                                                     Escrito por: José Antonio Muñoz Lavalle, estudiante de Bachillerato en Humanidades con conducencia a Licenciatura en Teoría e Historia del Arte, Universidad Alberto Hurtado, Chile, 2014.             

martes, 22 de julio de 2014

GIAN LORENZO BERNINI
Apolo y Dafne
(Galleria Borghese, Roma)

Las historias y las creencias del pasado se ven perpetuadas en la poesía de las artes. La escultura es una de estas formas de “conservación” del pasado, y tal vez una de las más magníficas por su compleja ejecución técnica. La maestría de los mejores escultores del Barroco es tal, que permite al espectador vivir un momento único e irrepetible al apreciar una figura inerte, la cual parece tomar vida y comunicarse.

“Bernini fue un escultor convertido en arquitecto que transformó la arquitectura en escultura, dando al rostro de Roma los acentos de un rigor tumultuoso en el que el universo del barroco se condensa y dispersa”. Estas son las palabras que se encuentran en la contratapa del libro Bernini de Franco Borsi, en el cual se resaltan las habilidades escultóricas del artista relacionadas con la arquitectura. Gian Lorenzo Bernini (1598-1680) fue un creador muy completo y unos de los artistas que impulsaron el movimiento cultural del Barroco en el ámbito de las artes.
En el año 1605, la familia Bernini se instala en Roma bajo la protección del cardenal Scipione Caffarelli Borghese (1577-1633) (fig.1), sobrino del Papa Pablo V (1550-1621). La familia noble italiana de los Borghese tuvo gran influencia artística, política y religiosa en toda Roma. Scipione fue un gran mecenas de las artes, un afanado coleccionista, tuvo la idea de crear la Villa Borghese, en donde es posible encontrar la Galleria Borghese (fig.2), construida por el arquitecto Flaminio Ponzio (1560-1613) y su ayudante Giovanni Vasanzio (1550-1621).

          [fig.1]
BERNINI, Gian Lorenzo, Busto de Scipione Borghese, 1632, Mármol, 78cm, Galleria Borghese, Roma

         [fig.2]
PONZIO, Flaminio y VASANZIO, Giovanni, Galleria Borghese, 1613

Bajo el cuidado de la familia Borghese, el joven Bernini realizó innumerables obras. Una de estas fue un grupo de cuatro esculturas relacionadas con temas bíblicos y mitológicos que se hallan actualmente en la Galleria Borghese. Entre los relatos mitológicos trabajados por el escultor, se encontraba el de Apolo y Dafne, en el que se narra la desgracia amorosa sufrida por Apolo, dios del equilibrio y la razón, ante el desprecio de la ninfa Dafne. Apolo, muy soberbio, encara a Cupido, y lo humilla diciéndole que no es digno de utilizar armas, y que se contente con blandir su antorcha las pasiones amorosas. La ira de Cupido cae sobre Apolo. El dios del amor decide lanzar dos flechas, una dorada y una de plomo, que representan el amor y el desamor respectivamente. La dorada es dirigida a Apolo y la de plomo, a Dafne. Apolo ama, y al ver a Dafne, desea nupcias con esta, pero ella huye velozmente, pues está tocada por el desamor. Extenuada por el acoso del dios, la ninfa pide ayuda a su padre Peneo, el dios fluvial, para que mute su cuerpo en algo diferente y así descansar de la persecución. Dafne es transformada en un árbol de laurel justo en el momento en que Apolo logra alcanzarla. El amor de Apolo es incondicional a pesar de la nueva forma física de su amada. Para siempre recordarla y hacerla suya, el dios de la belleza y la protección, decide llevar consigo, tanto en sus cabellos como en sus cítaras, el laurel.
El instante representado en Apolo y Dafne (fig.3) de Bernini, es el momento culmine expuesto en el relato mitológico, cuando Apolo logra alcanzar a Dafne mientras ella es convertida en laurel por su padre. El hecho de retratar el momento culmine del relato es una de las características más importantes del arte barroco, junto con lograr movimientos incesantes y efectos teatrales producidos por el juego de luz y sombra.

       [fig.3]
BERNINI, Gian Lorenzo, Apolo y Dafne, 1622-25, Mármol, 243cm, Galleria Borghese, Roma

En la composición de Bernini, se encuentra el dios Apolo con su pierna derecha algo flexionada sosteniendo el peso de su cuerpo, mientras su pierna izquierda se alza hacia atrás para dar sensación de fluidez y equilibro. Su brazo derecho en descanso y su brazo izquierdo apoyado en las caderas de Dafne cumplen la misma función. Esta asimetría corporal se denomina contrapposto. La paralela de sus hombros se quiebra en relación a las de sus caderas, formándo una figura de “S” o serpenteada, que es una versión más exagerada del contrapposto clásico. Tanto el contrapposto, como la figura serpenteada, fueron utilizadas en la época antigua y luego retomadas durante el Renacimiento y extremadas en el Manierismo. La figura serpenteada, es resuelta también, en la torsión corporal de la ninfa, pero es expresada en un sentido contrario en relación a Apolo. Este contrapunto entre ambas figuras, es la representación concreta de la pugna existente entre los sentimientos opuestos de los personajes; amor y desamor. Los ropajes de Apolo y los cabellos de él y Dafne, son ondulados, presentando un movimiento que se dispara y proyecta hacia el exterior.
El movimiento corporal de Apolo recuerda a la escultura de Mercurio (fig.4), de Giambologna (1529-1608), en donde se retrata al mensajero de los dioses siendo impulsado por Céfiro, dios del viento primaveral.

                   [fig.4]
GIAMBOLOGNA, Mercurio, 1580, Mármol, 180cm, Museo Nacional de Bargello
  
El nivel de detalle alcanzado por el escultor y sus asistentes (taller), es llevado a su límite en el tronco y hojas de laurel que cubren parte del cuerpo de Dafne, y en los cabellos y expresiones faciales de los personajes (fig.5 y fig.6).

        [fig.5]
Detalle fig.3

         [fig.6]
Detalle fig.3

El complemento producido por la interacción de ambos seres divinos, así como el nivel de detalles, son parte de la puesta en escena creada por Bernini. Para los espectadores de ese entonces, ver la obra del escultor debe haber sido similar a apreciar una danza, o una obra de teatro; está hecha para ser mirada desde un lugar específico, y para que la luz y la sombra brinden carácter y grandeza a la composición.
La infinita búsqueda del arte Barroco por apresar la intensidad física, el movimiento, y la trasformación, se reflejan en la huida de la ninfa y su metamorfosis, que han quedado eternizados en el mármol que se ha hecho carne, hojas, y corteza, bajo las manos creadoras de Gian Lorenzo Bernini, mediante una magnífica escena que hace una fiel alusión al relato mitológico, el cual ha podido ser reinventado y perpetuado gracias a las inmensas formas que el arte tiene para resolverlo, formas que pueden llegan a ser tan enormes como la insondable imaginación del ser humano.

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Agradecimientos:

Agradezco a Sandra Accatino, académica del departamento de Arte de la Universidad Alberto Hurtado, por revisar de manera crítica este trabajo antes de su publicación.
    
                                                                                                                                                Muchas gracias.
                                                                                                                                    -----                                                                                                                                        Bibliografía:

Borsi, F. (1998). Bernini. Editorial AKA. Madrid, España.
Gombrich, E. H. (1997). La Historia del Arte. Editorial Sudamericana. Buenos Aires, Argentina.
Panofsky, E. (2000). Sobre el estilo. Editorial Paidós Ibérica. Barcelona,  España.
Ovidio. Metamorfosis.
                                                
Escrito por: José Antonio Muñoz Lavalle, estudiante de Bachillerato en Humanidades con conducencia a Licenciatura en Teoría e Historia del Arte, Universidad Alberto Hurtado, Chile, 2014.